Algodón


Estaba caminando y sonó una canción que decía: "I don't know what I'm chasing, maybe I'll never know" La canté y me pregunté si realmente no sabía lo que estaba buscando. Me di cuenta rápidamente que no es necesariamente que no sepa lo que estoy buscando, solo que lo que busco es una sensación más que algo concreto. Me di cuenta de que las cosas que conforman mi vida son aleatorias ya que más lo que representan en forma, me transmiten unas sensaciones especificas, es como un olor pero no se huele, se siente. Esto y no saber no es lo mismo, sin embargo, en el lenguaje material no hay cómo describirlo.

Ayer, en algún lugar, creo que en una postal que me dieron por la compra de una camiseta en el East Village, escribí que lo único que realmente me asusta en este mundo vive dentro de mi. No soy yo, aunque también me temo aveces, pero el compás de lo invisible que vive dentro de mi es bastante violento, y hay épocas en las que no encuentra nada en que impregnarse. Y se vuelve sediento, hambriento, insoportable, insaciable.  

Escribo esto en una traba de jarabe para la tos mezclado con tinto barato. Se supone que el jarabe que compré es para el día, no se si culparlo, también tengo el cóctel de hormonas que trae mi menstruación. 
En la misma caminata de la canción, viendo como Dumbo se arquea en espirales frente a mi,  pensé en el hombre con el que estoy saliendo. Es un hombre sencillo. Me gusta la idea de tener a un hombre sencillo al cual regresar. Mi realización hoy más que nunca es lo compleja que es mi mente, me temo que sufro de locura femenina y no creo poder sobrevivir a ella, tendré que entregarme en cuerpo y alma y dejar que me engulla como un pez gordo y enorme. Por eso extraño a mi hombre sencillo, es difícilmente "mío", pero me daré el regalo de que lo sea por lo menos hasta que este texto se termine. Me gusta la idea de que hayan cosas sencillas viviendo en el ecosistema que he creado para mi misma. Mundo en el que soy la dueña de todo lo que percibo. 

También estoy escuchando Maria Callas mientras esta silla, en este café conceptual, me chupa hacia sus adentros. Rodeada de paredes blancas y muebles de diseñador, con libros que a pesar de todo lo que dicen no logran hablar, ni gritar, apenas y son libros. Están muertos, peor, no existen -si estuvieran muertos serían un cadaver y no hay nada más exquisito que un cadaver-. No, estos libros son una silla en la que nadie se quiere sentar.

Me gusta la sensación que da la simpleza, se siente como algodón que ha sido lavado muchas veces, es muy fresco y al mismo tiempo lo suficientemente pesado como para transmitir seguridad. La seguridad que solo da la dignidad. 

Dumbo, Brooklyn.

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