Caminando cerca al rio 1989
Pase una semana llena, llenísima de gente, licor, baile, calle, cosas, llena de cosas. Me sentí tan profundamente sobre-estimulada que al llegar a mi casa sola no entendía qué pasaba, cómo me llene los cachetes de tanta cosa y ahora tengo hambre. Amo salir, amo la calle. Por muchos años me dio mucho miedo salir, pensaba que yo era un conejo chiquitico tratando de que no me pisaran y me dejaran estallada, sangrando en la calle. Hay una imagen de un conejo dibujado y abajo dice: "Nervioso y agresivo".
"No hay nada peor que un perro nervioso, el perro agresivo tiene confianza en si mismo y es predecible. Pero el perro nervioso es caos y nunca se sabe cuando va a morder" Esto me lo dijo un día mi primo, después de que mi dálmata Princesa casi matara a una perrita que le quito el juguete. Supongo que antes era nerviosa, impredecible, la más leve muestra de cualquier cosa que no me gustara me volvía loca, neurótica. Por eso salía con navaja, estaba tan absolutamente asustada que estaba dispuesta a matar. Ahora no soy ni lo uno ni lo otro, estoy tranquila, no me pongo en situaciones en las que no quiera estar y confío en que sabré actuar de acuerdo con lo que la situación pida. Gritar, correr, reír, bailar, tocar... cada situación pide de uno algo diferente, lo importante es tener la capacidad de pillarlo. No es hiper-vigilancia y tampoco relajo, es atención flotante, una membrana que cubre el tiempo.
Después de ser rechazada por varios trabajos, me duele todo, me duele el ego, me duele la capacidad. Me comparo y hago comentarios groseros sobre quien sea que yo crea que tiene más de esa capacidad que yo, y me repito a mi misma "es envidia y nunca voy a lastimar a alguien desde mis inseguridades". Claro esta que estos comentarios existen solo en mi dialogo interno, pero hay algo bonito y noble en reconocer las heridas que uno tiene, ver desde donde se esta sangrando.
A mi me gusta mostrarle mis llagas a todo el mundo, o al que llegue a estar tan cerca de mi como para verlas. Porque esa es mi humanidad, lo que me duele es lo que me hace bonita, con gracia, noble. Solo porque es honesto. Lo que me duele es lo que quiero, y lo que sé merecer y eso soy: solo la posibilidad de lo que no soy. Nadie hace esa matemática cuando uno muestra una herida, pero hay más números detrás de un dolor que de una victoria. Es intimidad. Como ya he dicho 100 veces tocar y dejarse tocar no es nada sencillo, y uno no solo toca con el cuerpo. Aveces una idea lo manosea de tal manera a uno que no queda más que ponerse al servicio de la persona que la dijo de por vida, amarle profundamente hasta llorar.
Estoy en un detox de la media nada de computador, ni celular, ni streaming sin un propósito claro. He decidido que estas cosas serán solo herramientas y por lo tanto las usaré tan a menudo como uso el destornillador. Siento que me estoy pudriendo en el mar de la información y quiero desesperadamente saber de nuevo qué es vivir y sentir por mi misma, buscar información, no topármela. Siento como si tuviera una sonda en la garganta por la que me pasan información. Estoy atragantada.
Me estoy leyendo Encuentros con el Diablo de Alain Le Grand unos cuentos de este señor francés, lo compré porque: ¿cómo no?, y también porque tiene en la portada una pintura de Botero, un curita regordeto perdido en un bosque, o caminando por el bosque, depende de quién lo vea. Cada cuento describe como un encuentro con el diablo le cambia la vida al protagonista.
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