Hace unos meses, cuando la navidad estaba joven todavía, me leí Giovanni's room de James Baldwin y acto seguido me leí Queer de Burroughs. Por ninguna razón en especifico, por pura coincidencia. Podría ser, y no lo es, pero podría ser el mismo libro. Pienso en dos cosas solamente cuando pienso en esos dos libros que en mi cabeza son uno. El ectoplasma de Burroughs y el contacto sin conexión de Baldwin. Los dos hablan de tocar y dejarse tocar por alguien. Aveces por miedo, otras veces por desprecio al otro y a uno mismo, uno "se deja tocar" pero nunca llegan a tocar, no hay contacto. Aveces uno quiere tocar una piel que esta a millas de distancia de uno mientras se encuentra parado frente a uno. O tal vez, a la inversa uno no toca con el dedo o la mano o la mejilla a la otra persona pero nuestro ectoplasma los recorre como un gato que lame cada centímetro de la piel. "Quiero hablar contigo, sin decirte nada".

Ayer estaba sentada, fumándome un cigarrillo, en una cuadra perdida del poblado. Me lo fume y me tome mi cerveza escuchando lo que las personas en mi mesa decían. Dijeron que se dejaban tocar, o más fácil, mejor dicho, tenían sexo cuando estaban tristes, cuando estaban solos. Se prendió dentro de mi la visual del enchufe en un toma corrientes sin luz. Pensé, como lo he pensado todos estos días, en esa parte del libro en la que Jaques le dice algo a David. Lo he pensado porque se lo quiero decir, porque me gustaría que supiera que cuando me toca, es pura luz. Se lo recito? se lo escribo? se lo he dicho sin hablar. En fin, así que hoy me puse a buscar la conversación, y aquí esta:
-«Dime», dije al final, «¿de verdad no hay otra manera para ti que esta? ¿Arrodillarte para siempre ante un ejército de muchachos por solo cinco minutos sucios en la oscuridad?»
-«Piensa», dijo Jacques, «en los hombres que se han arrodillado ante ti mientras tú pensabas en otra cosa y fingías que no pasaba nada allí abajo, en la oscuridad, entre tus piernas».
Miré el coñac ámbar y los anillos húmedos sobre el metal. Muy al fondo, atrapado en el metal, el contorno de mi propio rostro me miraba hacia arriba con desesperanza.
-«Tú piensas», continuó él, «que mi vida es vergonzosa porque mis encuentros lo son. Y lo son. Pero deberías preguntarte por qué lo son».
-«¿Por qué son… vergonzosos?», le pregunté.
-«Porque no hay afecto en ellos, ni alegría. Es como conectar un enchufe eléctrico en un toma corriente muerto. Hay contacto, pero no conexión. Todo contacto, pero sin conexión y sin luz».
Le pregunté: -«¿Por qué?»
-«Eso debes preguntártelo a ti mismo», me dijo, «y tal vez un día, esta mañana no se convertirá en cenizas en tu boca».
Miré a Giovanni, que ahora tenía un brazo alrededor de la chica que parecía arruinada, alguien que alguna vez pudo haber sido muy hermosa, pero que ya nunca lo sería.
Jacques siguió mi mirada. «Él te tiene mucho cariño», dijo, «Ya. Pero esto no te hace feliz ni orgulloso, como debería. Te hace sentir miedo y vergüenza. ¿Por qué?»
-«No lo entiendo», dije al final. «No sé lo que significa su amistad, no sé qué quiere decir con amistad».
Jacques se rió. «No sabes lo que significa su amistad, pero tienes la sensación de que puede que no sea segura. Tienes miedo de que pueda cambiarte. ¿Qué tipo de amistades has tenido?»
No dije nada.
-«O, para el caso», continuó, «¿qué tipo de relaciones amorosas?»
Me quedé en silencio tanto tiempo que él me provocó diciendo: «¡Sal, sal, dondequiera que estés!»
Y sonreí, sintiéndome helado.
-«Ámalo», dijo Jacques, con vehemencia, «ámalo y deja que él te ame. ¿De verdad crees que algo más importa bajo el cielo? Y ¿cuánto tiempo, en el mejor de los casos, puede durar, ya que ambos son hombres y aún tienen todo por recorrer? Solo cinco minutos, te lo aseguro, solo cinco minutos, ¡y la mayor parte de eso, helas!, en la oscuridad. Y si piensas que es sucio, entonces lo será; será sucio porque no estarás dando nada, estarás despreciando tu carne y la suya. Pero puedes hacer que su tiempo juntos sea cualquier cosa menos sucio; pueden darse el uno al otro algo que hará que ambos sean mejores, para siempre, si no se avergüenzan, si simplemente no juegan a lo seguro».
Hizo una pausa, observándome, y luego miró su coñac. «Juegas a lo seguro el tiempo suficiente», dijo en un tono diferente, «y terminarás atrapado en tu propio cuerpo sucio, por siempre y para siempre, para siempre… como yo». Y terminó su coñac, haciendo sonar ligeramente su vaso en la barra para llamar la atención de Madame Clothilde.
...
Sonreí. -«Cosas que mi padre nunca me dijo».
-«Alguien», dijo Jacques, «tu padre o el mío, debería habernos dicho que no mucha gente ha muerto de amor. Pero multitudes han perecido, y están pereciendo a cada hora—¡y en los lugares más extraños!—por la falta de él». Y luego añadió: «Aquí viene tu chico. Sois sage. Sois chic».
Envigado, Antioquia.
Comentarios
Publicar un comentario