señor alcohólico de vereda

No me cabe un cigarrillo más, quiero dejar de fumar. Hoy me desperté después de un día navideño lleno de aguardiente, buñuelos y chicharron. Maravilloso. Me desperté con un olor insoportable a tabaco y alcohol, olor de señor alcohólico de vereda. 

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Eso lo escribí hace días, después de una fiesta. Efectivamente no me he fumado un solo cigarrillo desde ese día. Sin embargo, los tengo aún en mi bolso. Siempre es bueno tener una posibilidad, de algo, de lo que sea. Vale la pena tener una moneda escondida con la esperanza de que sea la de la suerte, la que por fin traerá todo lo que se ha esperado, todo lo que se sueña y aún así, el deseo, el solo deseo de esa posibilidad, es mejor que el milagro. Porque como dijo Gonzalo Arango, uno no es más que la posibilidad de lo que no se es, o algo así. No soy una no fumadora, tampoco he escrito una novela, no he dirigido una película, no tengo una tienda de libros exitosa y no vivo en Nueva York. Soy todas las cosas que no soy porque las deseo y eso es suficiente, todo nace y muere y después de muerto o hecho no es más que el recuerdo de un anhelo, una llama extinguida por su propio viento. 

Últimamente solo quiero salir, estar en la calle, tomar, bailar, reírme, o estar incomoda, hasta lloraría en la calle si la oportunidad se presenta, Dios mediante. Me siento segura en el caos de la calle, me siento segura conmigo y en mi. Hoy después de ser rechazada por mis únicas amistades para salir, mi único recurso fue ir a cine, me vi Azul de Krzysztof Kieslowski, están pasando la trilogía por algunos cines en Medellín. Nunca me la había visto, un día intente verme azul pero falle, me aburrí. La película es muy callada, excepto cuando no lo es, al principio me daba pena masticar crispetas, sonaban demasiado duro dentro de mi craneo hasta que dije: a la mierda, me voy a comer mis crispetas viendo la película y si a los 4 peludos que tengo atrás les molesta pues que me digan. Nadie me dijo nada, a nadie le importó. 

Entre la calle, envigado y Llanogrande pase este fin de año. Me dio de alta mi terapeuta por lo menos hasta enero, las luces en la calle titilean, pero ya paso el 24, la navidad se acabo oficialmente y ya todo lo navideño se ve viejo, impertinente, fuera de lugar. Ahora mientras manejaba al cine me hizo una pregunta una persona hipotética que iba en el carro conmigo pero realmente no existe, me la invente. Me preguntaba a quién invitaría a una cena vivo o muerto. Yo me tome la libertad de hacer una lista larga pues mi falso compañero o compañera no hizo ninguna especificación. Empece por mi hermano, le dije elocuentemente que las personas que seguían se verían eclipsadas por la presencia de mi hermano, sin embargo, suponiendo que me recupere de ese encuentro habrían, claramente, más invitados: mi amiga Susana muerta también, James Baldwin, Marvel Moreno, Fernando Gonzalez, Gonzalo Arango, Susan Sontag, Nina Simone, Hector Lavoe, Andy Warhol, Jesucristo, Bob Marley, Robert Maplethorpe... Invitar gente que no conozco sería un riesgo pues ellos tampoco se conocen entre si y lo único que tendrían en común es mi llamado, no que esto le perturbara a la persona que me hizo la pregunta, así que decidí que a mi tampoco me importaba. 

Extraño demasiado NY, estos días me duermo pensando en mi vida, la que viví y se quedo allá, probablemente congelada por el invierno, aunque siendo más realista probablemente se la llevaron los vientos de otoño. 



Nota editorial: Leyendo: Tell me how long the train's been gone de James Baldwin, Reborn de Susan Sontag y Me talk pretty one day de David Sedaris. 


Envigado, Antioquia.


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