¿Cómo puede aguantar el planeta tantas personas encafeinadas al mismo tiempo?
Qué necesidad hay de hablar, de amar, de pensar, de reír, de llorar. Qué necesidad hay de vida, acá donde estamos sentados, parados, caminando, caídos. Si una orquídea cayera del cielo en este momentos, tal vez las plumas de los pájaros tendrían menos cielo y "el volar" se caería como partículas de polvo al suelo. Hay una luz titilando en la sala, un bombillo flojo, o tal vez inquieto. Todo en la vida uno lo interpreta según la interpretación que le de más gracia a nuestra existencia. Podría decir que es un bajón de energía lo que causa el titilar y eso diría algo sobre mí. Podría decir que está cansado, viejo, con miedo, queriendo a lo mejor un lugar nuevo dentro de esta casa. Las interpretaciones y la percepción es como un juego virtual, es el juego dentro del juego, ¿cómo puede cargar esta línea de tiempo y espacio con tantas interpretaciones de una sola cosa? y aún más, todas las interpretaciones de todas las cosasq ue por persona se multiplican al millón. Y aún así creemos que el sueño de una sociedad homogénea esta en el horizonte cuando la verdad es que tal vez explotemos de un momento a otro llenos de interpretaciones. ¿Cómo puede aguantar el planeta tantas personas encafeinadas al mismo tiempo?
La imagen que más se repite en mi cabeza es una uña, una garra de bestia que delicadamente abre un cuerpo vivo, no sangra, es como si hiriera y cauterizara al mismo tiempo. Pero dentro hay algo que por estar escondido nunca se vio pero se sentía. La imagen se siente similar a como se sentiría un cristiano al ver a Jesus en carne y hueso. Es la sensación del que cree que cree sin ver, pero se da cuenta que después de ver es cuando realmente empieza a creer.
Últimamente me dan ganas de sacar un cuchillo, mostrar que escojo no cortar, no matar. No porque no sea capaz, si no porque escojo no hacerlo. El silencio y la gracia normalmente se confunde con pasividad o debilidad. No es mi trabajo demostrar nada, ni siquiera esto, cada momento pide algo diferente. Pero aveces, tal vez por inseguridad o por imponerme ante el otro me dan ganas de tirarlos al suelo, presionarlos contra en piso, y totearles la cabeza, coger una garra y cortarlos, cauterizarlos y tal vez ver eso que esta escondido, tal vez Jesus, ahí acomodadito, ensurullado debajo de la yugular o la costilla. Y ahí darme cuenta que los amo, que creo en ellos, que creo en mi.
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