Sixto Rodríguez y vos
Helado de cereza y vainilla con chocolate, pensando en ti. Un libro de Roald Dalh entregado con un cigarrillo en la boca, pensando en ti. Leyendo música de cañería de Bukowski en la peluquería, si, pensando en vos. Un amor tan viejo que tiene pies y manos con uñas que se le llenan de tierra por dentro. Hace mucho no nos vemos, será que algún día nos veremos? Nuevecitos, salidos de la vida que mudamos, piel curtida de sol, sal y tiempo. El sol se asoma por entre los arboles como el sudor se asoma por los poros de mi cuerpo, y aún así, con olor a fruta madura, aún así te pienso. Algún día va a caer mi cabello de hombros a el suelo, mientras las puntas se ensucian de polvo y mugre de casa, a lo mejor cuando tengamos un niño, tu y yo y mi neurosis ya me haya hecho el cerebro trizas, por esos días me vas a recoger el cabello y yo te voy a dar las pinturas que pinte porque es la única manera que tendré de decirte lo mucho que te amo. Y las orquídeas crecerán, esas, las vino tinto; van a crecer y van a florecer como pequeñas niñas embarazadas que mueren, como remedios en de cien años de soledad, porque tienen el vientre lleno de niños que su infantil cuerpo no puede soportar. Y morirán las orquídeas y los remedios, moriremos los dos y nunca más nos veremos porque es un error creer que volveremos, que nos reconoceremos, uno se muere y lo que uno es hoy se queda muerto, no vuelve a vivir nunca. Así que tu y yo nos vamos a morir, juntos o separados, cualquiera de las dos esta bien. Tal vez nos veremos antes de convertirnos en extraños o a lo mejor el olvido corroa las memorias como la sal corroe el viento. Los pajaritos se mueren a mitad del vuelo y caen estallados contra el pavimento yo los cojo, y con el pecho abierto en sangre los uso para pintar, pintarte una carta llena de versos que ojalá aprenda a volar y te llegue hasta donde estás. Y tu me vas a olvidar y a un millón de mujeres vas a besar y a amar, del mismo modo que yo he amado y besado otros hombres, pero los he dejado a todos como te deje a ti. A mi de chiquita me enseñaron a irme pero nunca a quedarme y ahora que soy mujer solo contigo aprendí a quedarme, así sea un rato, así me crezcan huesos entre los huesos como las ramas de un árbol que se quiere ir, como un árbol que quiere volar. Y ahora escucho a Sixto Rodríguez y a Leonard Cohen y quisiera sembrar papas en sus voces, a ver si en la próxima cosecha desentierro los huesos del amor en el que un día vivimos, para hacer mesas en la nueva casa que me he construido, a ver si no te necesito, a ver si los residuos de nuestro amor son suficientes para no salir corriendo a buscarte, a ver si puedo echarme esos huesos al rincón como un animal muerto que me de calor. Pero supongo, como suponemos todos de vez en cuando, que escribo todo esto para decirte que aún te amo, tal vez no como lo hice un día si no como solo puedo hacerlo yo y solo como puedo hacerlo hoy, porque como tu ya bien lo sabes no soy un amante del mañana porque mis sentimientos son malcriados, groseros, niños de la selva que gritan como animal carroñero; pero lo que no tienen de amaestrados lo tienen de amantes, y saben como amar, como amarte de una manera que nadie más lo va a hacer. Y como ya te lo dije: millones de hombres y mujeres te van a amar, y les amarás y te va a gustar, pero amarte como lo hago yo no lo va a conseguir ninguno, no realmente, nunca. Y a lo mejor es una sentencia o palabras erradas en muletas que les cuesta caminar, palabras dichas con los dientes rotos y podridos de tanto fumar y tomar. Pero quien sabe, a lo mejor, tal vez, de pronto tenga hasta razón.
Envigado, Antioquia.
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