POR MIEDO AL FRACASO INMINENTE

Anoche antes de dormir pensé en algo, algo maravilloso y aunque no tenía sueño decidí que era hora de dormir, no de escribir. Se que los escritores de verdad tienen un escritorio al lado de la cama o por lo menos la disposición y voluntad de escribir inmediatamente una idea les viene a la cabeza. Hoy escribiendo esto, solo recuerdo la sensación que me brotó en el pecho ante dicha idea pero no hay rastro de la idea en si. Tengo varios escritos que quiero escribir para ciertas publicaciones. 

Nunca me he considerado una escritora, no alguien que escriba de verdad verdad. No como, no se, Reinaldo Arenas que dio su vida y su país por la escritura; pero es algo que amo y más allá de mi capacidad o incapacidad de crear un texto entretenido e inteligente, la escritura propia y ajena es lo que más disfruto en el mundo. 

Ahora. Aquí sentada, escuchando a los Chili peppers pienso en las temáticas y desiciones creativas que he tomado con respecto a cada uno -los escritos-. La primera: Carros; para una pequeña publicación en Bushwick que imprime en papel reciclado rosado y casi que regala en librerías cada issue -Lo digo despectivamente porque yo hago los mismo, y uno odia lo que le recuerda la debilidad propia-. Yo no se mucho de carros, aunque recuerdo que cuando estaba entrando a la pubertad me vi rápidos y furiosos y decidí que tenia que ser Leticia entonces empece a aprender de carros y a listarlos, hasta que me volví muy buena en ello. Para satisfacción propia tanto como para encontrar de qué hablar con mi papá que ni me volteaba a ver en esa época- como un ser inteligente me refiero- Luego el tiempo y el arte fue curtiendo esa parte de mi memoria. En fin, decidí escribir una entrevista ficticia acerca del tema. ¿A quién entrevistare ficticiamente? Pues aún no se. Puede ser a Fernando DeMonte, o a Clarice Lispector, o al ya antes mencionado Reinaldo. Gente a la que estoy segura no le importaban los carros pero de seguro como todos en la modernidad tuvieron momentos importantes y pasado tiempo en un vehículo, así que opiniones tendrán. 

La otra publicación es una newsletter, creo que solo tienen pagina web, ósea que no son una publicación impresa. Pero un sitio anarquista -si es que el anarquismo sigue vivo- nioyorkino publico su website y me gusto. Es extraño, y si por qué no utilizar la palabra subversivo en este clima socio/politico... Para esto planeo escribir un cuento erótico, à la Anaïs Nin, pero con un poco de Virginia Woolf. Referentes básicos  y populares pero efectivos y como buena herramienta funciona porque funciona y por eso es cliché. 

Pues no he escrito ninguno de estos dos y tengo la sutil duda de que tal vez no lo haga, o si lo hago será por encima y a la carrera POR MIEDO AL FRACASO INMINENTE. Pero ¿A quién le importa? se preguntaran como me lo pregunto yo, pues realmente a nadie, solo a mi. Pero a lo mejor no me importa tanto porque si me importara lo escribiría y me callaría. 

Por lo demás -así se debería de llamar este blog o en fin- ayer fue el cumpleaños de mi jefe Martin. Un señor de 69 años recién cumplidos. Tuve la ardua tarea de ir a recoger la torta a una hora de distancia de mi casa y de la tienda, pero con buena disposición por agradecimiento y ante el prospecto de comer torta lo hice encantada.


Nota editorial: Los cuentos de Izumi Suzuki van mal. Mal, mal, mal. No es mi estilo de lectura, sin embargo, mi yo de 17 años habría muerto por leerla. Que pesar. Me empecé The never Ending Story de Michael Ende como tarea puesta por mi terapeuta, un cuento de hadas que funciona un poco como Alicia en el País de las maravillas o El Principito, muy fantástico y muy infantil pero informativo espiritualmente. Me encontré Eating Animals de Jonathan Safran Foer en un stoop, me lo empecé a leer ayer. Muy bueno, terrorífico, una patada en la indiferencia capitalista del consumidor que se hace el ciego -yo-. Por último, hoy junto con la lista del mercado- huevos, leche, mantequilla, pan- compre Acid For The Kids de Flea (Michael Peter Balzary) el poema introductorio dice así: 

I love you all
You little grey horizon
You little cold wet feet
You little whooshing car 
You little creeping bob cat
You little cold and hollow wind 
You big breaking wave
I breathe you in



Brooklyn, New York.


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