Quiero que un angel baje y me diga que lo he hecho bien








Hoy empecé mi día con sol en el alma y en el cielo, me leí varios cuentos de Marvel Moreno en el jardín rodeada de anturios, romeros, guayabos y eucaliptos con un sol que a penas asomaba la cara por encima de los huecos de las hojas de los arboles. Fui profundamente feliz, comí mandarina dulce mientras acariciaba a Courtney Love mi bulldog y toque todos los rangos de emoción gracias a Marvel que ha sido mi chaperona las últimas semanas, mi guía, mi amiga. 

Después de leer todo el día pensé que ver una película sería lo mejor, y mientras comía tomate con queso de búfala puse Blue Jazmine de Woody Allen, me sorprendí cuando por primera vez, hoy me di cuenta que él la dirigía, porque esta película causa algo demasiado incomodo en mí. No se qué es; un tipo de desesperación que me inicia en los pies y sube por todo mi cuerpo como moho suave y espeso que llega a mi cabeza y me deja temblando y con la mente desorbitada. Después de esto maneje hasta Medellín, con miedo de que el carro por alguna razón se saliera de la carretera, de las líneas amarillas del pavimento y de las lineas de este mundo, con miedo de que por error cayera en una laguna de melancolía y escalofríos. 

No he sido capaz de sacudirme el sentimiento, tampoco lo he tratado hasta este instante. Tengo miedo de dejar mi casa, a mis papas, mi vida que parece una manta, una tela noble y vaporosa que se siente como una lagrima antes de surgir. Quiero estar a la altura de la vida, quiero que un angel baje y me diga que lo he hecho bien, que una flor se despierte del ensueño e irguiéndose se vuelva una criatura gigante y me abrace, y entre suspiros me diga que lo he entendido todo, que he entendido a la tierra y que por eso soy a la vez una flor de piel y hueso. 

Hace mucho no me daba miedo el mundo, las guerras, el planeta y su condición, la falta de equidad... todo lo que veo me recuerda todo lo malo. Y una vez más ahogada en pantallas... ¿cómo puedo sobrevivir al holocausto del espíritu? me agarro de las raíces  de los arboles, de las colas de los vientos y trato de mantenerlo todo, inútilmente.

Hago saltos cuánticos dentro de mi mente. Aveces todo parece claro, delineado pero solo dura un segundo, no soy capaz de engancharme y vuelvo aquí, a la tierra de nadie, al bosque de bruma negra.


Envigado, Antioquia.







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